Entrevista a Milos Forman
¿Cree que hay algo de usted en el personaje de Goya, que es el que ve lo que sucede en su país y lo cuenta?
¿Algo de mí? No, no, en absoluto. Para mí la película es el conflicto entre el fanatismo y el pragmatismo. Goya es pragmático. Él no quiere que nada ni nadie impida su trabajo. Él no quiere innecesariamente dejarse llevar por discursos de la Corte y proclamas, ¿por qué debería hacerlo? La Inquisición mostraba mucha curiosidad por el trabajo de Goya, ¿por qué iba él a darles un pretexto para ponerse en peligro, para que le metieran en una mazmorra y tener que dejar de pintar? Él era muy razonable, gracias a Dios. A él le gustaba estar en buenos términos con todo el mundo, con la realeza, con la nobleza, con la Iglesia, él se encontraba tremendamente confortable también retratando a todo aquel que encontraba por la calle. Más allá de lo que yo pueda saber, él no escribió sobre asuntos políticos o filosóficos. Sus cartas son muy, muy triviales.
Algunos personajes que usted ha retratado, como Goya o como Amadeus Mozart, intentaban mantener su libertad creativa, a pesar de trabajar para reyes o mecenas. ¿Usted se ha sentido alguna vez sometido a la misma presión trabajando para las grandes productoras?
No, en absoluto. Teniendo en cuenta que hacer una película cuesta mucho dinero y no la puedes hacer por ti mismo, puedes tener sobre tu trabajo dos tipos de presiones: una, ideológica; otra, comercial. En los países comunistas no hay presión comercial en absoluto, si tú quieres hacer una película puedes pedir el dinero a las autoridades, pero con un montón de condicionantes ideológicos. No puede haber nada en el filme que ponga en duda la autoridad. Aquí, sin embargo, tú estás bajo la presión comercial. Aquel que te da el dinero quiere, por supuesto, que el dinero vuelva multiplicado a sus manos, pero yo no he sufrido presión ideológica en absoluto. Honestamente, entre estas dos presiones, prefiero la presión financiera, porque en el régimen totalitario estás a merced de una idea, pero en el otro estás a merced del público. Prefiero que me presione el público.
Usted vivió intensamente desde el principio Manhattan, se hospedó incluso durante algunos años en el hotel Chelsea, en el que vivían artistas y músicos de vanguardia, ¿cómo fue el desembarco de un cineasta checo en años tan socialmente activos como aquéllos?
Mi principal problema en esos años fue la lengua. En una primera fase no me importaba porque hablaba tan poco que tenía siempre alguien que me servía de traductor, y no me daba vergüenza eso de decir todo el rato: “Dilo de nuevo, repítemelo”, pero luego, cuando empecé a hablar un poco, atravesé un periodo muy frustrante. Tú piensas que entiendes, pero no estás seguro; tú piensas que estás expresando lo que quieres, pero no estás seguro. Luego me sentí mejor, pero es algo muy lento. No tienes amigos, no tienes una conversación fluida.
Y entonces hizo películas tan americanas como ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’ o ‘Hair’…
Mira, las superficies pueden ser diferentes, pero la gente al final siempre es la misma, si tú triunfas al retratar a los personajes, si sabes contar el asunto de la historia, no importa que el entorno sea americano o checo.
Usted, que observó el comportamiento de la gente en su país y que ha nutrido con esa observación esta película, ¿piensa que se puede mantener cierto grado de dignidad, a pesar del miedo?
¡Hay tantos grados diferentes en la dignidad! Está claro que si tú te resistes al régimen totalitario te metes en líos, así que hay tres formas de enfrentarse al sistema. Hay un tipo de gente que dice: a tomar por saco, colaboraré, porque quiero vivir, quiero que vivan mis hijos y quiero tener una buena vida, así que haré lo que el partido quiera que haga. El otro extremo dice: no, yo quiero ser honesto con mis convicciones y lucharé por mis derechos. Poca gente se entrega a esa lucha. Héroes que suelen acabar en la cárcel. Pero el grupo más numeroso de gente es aquel que piensa: los odio con toda mi alma, pero me callaré, no me meteré en política ni en nada parecido, sólo intentaré sobrevivir. Ésa es la mayoría. Yo no puedo culpar a esta gente, de alguna manera mantienen su dignidad y al menos no colaboran. No puedo culparles por no querer ser héroes y que estén dispuestos a morir o a ir a la cárcel.
Javier Bardem interpreta a un fanático religioso.
Él es un fanático religioso que realmente cree. Cree en lo que predica. Él probablemente ha tenido una infancia pobre, probablemente fue internado en un colegio para ser religioso. Qué se puede esperar. El hermano Lorenzo es un hombre inteligente y ambicioso. Él cree que vivir en Cristo sirve para cambiar el mundo, pero cuando empieza a ser consciente de que el cristianismo no mejora la vida de la gente, opta por una nueva fe, en este caso, no religiosa. Y si tiene que matar, mata.